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El Profeta del Cambio Climático: James Lovelock

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Mensaje  Dr. Doom Mar Mar 02, 2010 8:29 pm

Me llevó un buen rato pero finalmente terminé la traducción del siguiente artículo sobre James Lovelock, publicado originalmente en la revista "Rollingstone", en noviembre del 2007.

¡Se los recomiendo mucho! Very Happy
A la edad de 88, después de criar cuatro hijos y una larga y respetada carrera como uno de los científicos más influyentes del siglo 20, James Lovelock ha llegado a una inquietante conclusión: La raza humana está perdida. "Desearía poder ser más optimista," Me dice esto una soleada mañana mientras caminamos a través de un parque en Oslo, donde dará una plática en la universidad. Lovelock es un hombre pequeño, infatigablemente educado, con cabello blanco y lentes redondos como de búho. Su caminar es alegre, su mente vivaz, su conducta es todo menos oscura. De hecho, la llegada de los Cuatro Jinetes -- guerra, hambruna, pestilencia y muerte -- parece animarlo. "Será una época oscura," admite Lovelock. "Pero para aquellos que sobrevivan, sospecho que será bastante excitante."

En la perspectiva de Lovelock, la escala de la catástrofe que pronto nos espera se volverá obvia. Para el 2020, sequías y otros climas extremos serán comunes. Para el 2040, el Sahara se estará moviendo hacia Europa, y Berlín será tan caliente como Baghdad. Atlanta terminará como una jungla. Phoenix se volverá inhabitable, al igual que partes de Beijing (desierto), Miami (aumento del mar) y Londres (inundaciones). La escasez de alimentos llevará a millones de personas hacia el norte, aumentando las tensiones políticas. "Los Chinos no tendrán hacia dónde ir más que a Siberia," dice Lovelock. "¿Cómo se sentirán los rusos al respecto? Temo que una guerra entre Rusia y China sea probablemente inevitable." Con las dificultades y las migraciones en masa llegan las epidemias, las cuales probablemente matarán a millones. Para el 2100, cree Lovelock, la población de la Tierra será recortada de los seis mil seiscientos millones actuales a tan pocos como quinientos millones, con la mayoría de los sobrevivientes viviendo en las latitudes altas -- Canadá, Islandia, Escandinavia, y la cuenca del Ártico.

Para fines del siglo, de acuerdo con Lovelock, el calentamiento global causará que la temperatura en zonas como Norte América y Europa se eleve en 14 grados Fahrenheit, casi el doble de las predicciones más probables del más reciente reporte del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, el cuerpo de las Naciones Unidas que incluye a los más grandes científicos del mundo. "Nuestro futuro," escribe Lovelock, "es como aquel de los pasajeros de un pequeño bote navegando suavemente sobre las cataratas del Niágara, sin saber que los motores están a punto de fallar." Y cambiar a focos ahorradores no nos salvará. Para Lovelock, recortar las emisiones de gases de invernadero no hará mucha diferencia en este punto, y mucho de lo que pasa por desarrollo sustentable no es más que un engaño para sacar beneficios del desastre. "Verde," el me dice, bromeando a medias, "es el color del moho y la corrupción."

Si tales predicciones vinieran de cualquier otra persona, tú te reirías de ellas como los desvaríos de un hombre viejo proyectando su propia e inminente muerte al mundo a su alrededor. Pero Lovelock no puede ser descartado tan fácilmente. Como inventor, él creo un aparato que ayudó a detectar el creciente hoyo en la capa de ozono y dio comienzo al movimiento ambiental en los setentas. Y como científico, introdujo la revolucionaria teoría conocida como Gaia -- la idea de que nuestro planeta entero es una especie de super organismo que está, en un sentido, "vivo." Alguna vez descartado como charlatanerísmo, "Nueva Era"; la visión de Lovelock de una Tierra auto-regulante forma ahora virtualmente la base de toda la ciencia climática. Lynn Margulis, una bióloga pionera de la Universidad de Massachusetts, le llama "una de las mentes científicas más innovadoras y traviesas de nuestro tiempo." Richard Branson, el empresario británico, acredita a Lovelock con inspirarlo a prometer miles de millones de dólares para luchar contra el calentamiento global. "Jim es un científico brillante que ha tenido razón de muchas cosas en el pasado," dice Branson. "Si él se siente pesimista sobre el futuro, es importante que la humanidad le preste atención."

Lovelock sabe que predecir el fin de la civilización no es una ciencia exacta. "Podría estar equivocado sobre todo esto," él admite mientras caminamos alrededor del parque en Noruega. "El problema es, que todos aquellos científicos bien intencionados que están argumentando que no estamos en ningún peligro inminente, están basando sus argumentos en modelos de computadora. Yo estoy basando los míos en lo que está ocurriendo realmente."

Cuando te aproximas a la casa de Lovelock en Devon, un área rural en el suroeste de Inglaterra, el letrero en la reja de metal dice:

ESTACIÓN EXPERIMENTAL COOMBE MILL
SITIO DE UN NUEVO HABITAT NATURAL
POR FAVOR NO TRASPASE O MOLESTE

Unos cientos de yardas más allá por un angosto camino, junto al sitio de un viejo molino, está una cabaña blanca donde Lovelock vive con su segunda esposa, Sandy, de nacionalidad americana, y su hijo más pequeño, John, quien tiene 51 años y es discapacitado. Es un lugar de cuento de hadas, rodeado de treinta y cinco acres arboladas -- ningún jardín de vegetales, ni rosales bien cuidados. "Yo detesto todo eso," me dice Lovelock. Parcialmente escondida en los bosques esta una estatua de tamaño natural de Gaia, la diosa griega de la Tierra, por quien Lovelock nombró su novedosa teoría.

La mayoría de los científicos trabajan en los márgenes del conocimiento humano, añadiendo de forma incremental a nuestro conocimiento del mundo. Lovelock es uno de los pocos científicos vivos cuyas ideas han tocado no sólo a una revolución científica, sino también a una espiritual. "Los historiadores futuros de la ciencia verán a Lovelock como un hombre que inspiró un cambio Copérnico en cómo nos vemos a nosotros mismos en el mundo," dice Tim Lenton, un investigador climático de la Universidad del Este de Anglia, en Inglaterra. Antes de que llegara Lovelock, la Tierra era vista como poco más que una acogedora roca a la deriva alrededor del sol. De acuerdo a la sabiduría aceptada, la vida evolucionó aquí porque las condiciones eran las correctas -- ni muy caliente, ni muy frío, suficiente agua. De alguna forma las bacterias crecieron en organismos multicelulares, los peces se arrastraron fuera del mar, y poco después, Britney Spears llegó.

En los setentas, Lovelock puso todo esto de cabeza con una simple pregunta: ¿Por qué es la Tierra diferente a Marte y Venus, donde la atmósfera es tóxica para la vida? En un relámpago de intuición, Lovelock entendió que nuestra atmósfera fue creada no por eventos geológicos al azar, sino por la efusión cumulativa de todo lo que jamás ha respirado, crecido y decaído. Nuestro aire "no es simplemente un producto biológico," escribió Lovelock, "sino más probablemente una construcción biológica: no viviente, pero como el pelaje de un gato, las plumas de un ave o el papel del nido de una avispa, una extensión de un sistema viviente diseñado para mantener un ambiente preferido." De acuerdo a la teoría de Gaia, la vida no es tan solo un pasajero en la Tierra sino un participante activo, ayudando a crear las mismas condiciones que la sostienen. Es una idea hermosa -- la vida genera vida. También estaba en onda con el humor post-niño de las flores- de los setentas. Lovelock fue rápidamente adoptado como un gurú espiritual, el hombre que mató a Dios y puso al planeta en el centro de la experiencia religiosa de la Nueva Era.

Lovelock no es alarmista por naturaleza. En su opinión, los peligros del poder nuclear son gravemente exagerados. Al igual que las emisiones de mercurio en la atmósfera, la ingeniería genética de comida y la pérdida de biodiversidad en el planeta. El más grande error en su carrera, de hecho, fue no el decir que el cielo se está cayendo sino reconocer que si lo estaba. En 1973, después de ser el primero en descubrir que los químicos industriales llamados clorofluorocarbonos contaminaban la atmósfera, Lovelock declaró que la concentración de CFC no representaba "ninguna amenaza concebible." Pero resulto que los CFC no eran tóxicos para respirar, pero que estaban haciendo un hoyo en la capa de ozono. Lovelock rápidamente revisó su opinión, llamándola "uno de mis más grandes torpezas," pero el error pudo haberle costado una parte del premio Nobel.

Al principio, Lovelock no veía al calentamiento global como una amenaza urgente hacia el planeta. "Gaia es una perra fuerte," decía él usualmente, usando una frase acuñada por un colega. Pero hace unos años, alarmado por el rápido derretimiento del hielo en el Ártico y otros cambios relacionados al clima, Lovelock se convenció de que el sistema de piloto automático de Gaia -- la gigantesca, e inexpresivamente sutil red de circuitos de retroalimentación que mantienen el clima de Gaia en balance -- está seriamente fuera de nivel, descarrilado por la contaminación y deforestación. Lovelock cree que el planeta en sí mismo eventualmente recobrará su equilibrio, aún si le toma millones de años. Lo que está en juego, dice él, es la civilización.

"Tu podrías seriamente ver al cambio climático como una respuesta del sistema destinada a deshacerse de una irritante especie; nosotros los humanos." me dice Lovelock en la pequeña oficina que él ha creado en su cabaña. "O por lo menos reducir sus números."

La cabaña de Lovelock en el bosque está a un mundo de distancia del sur de Londres, donde el creció con hollín de carbón en sus pulmones, tosiendo y pálido y de clase trabajadora. Su madre fue una de las primeras feministas; su padre creció tan desesperadamente hambriento que pasó seis meses en prisión cuando tenía 14 años por cazar un conejo de los terrenos de un caballero de la localidad. Poco después de que Lovelock naciera, sus padres lo mandaron a ser criado por su abuela. "Eran demasiado pobres y estaban demasiado ocupados para criar un niño," explica. En la escuela, él era mal estudiante, medio disléxico, más interesado en hacer bromas que en hacer la tarea. Pero amaba los libros, especialmente la ciencia ficción de Julio Verne y H.G. Wells.

Para escapar de la suciedad de la vida urbana, el papá de Lovelock usualmente lo llevaba a dar largas caminatas al campo, donde el chico atrapaba truchas a mano en los riachuelos y se atiborraba de moras azules. La libertad y romance que Lovelock sintió en estos viajes tuvo un efecto transformativo en él. "Es donde por primera vez vi la cara de Gaia," dice ahora.

Para cuando Lovelock alcanzó la pubertad, sabía que quería ser científico. Su primer amor era la física. Pero su dislexia hacia difícil las matemáticas, así que optó por la química, enrolándose en la Universidad de Londres. Un año más tarde, cuando los nazis invadieron Polonia, Lovelock se convirtió al Cuaquerismo y pronto se volvió un objetante concienzudo. En su declaración escrita, el explicó porque se rehusó a pelear: "La guerra es malvada."

Lovelock tomó un trabajo en el Instituto Nacional de Investigación Médica en Londres, donde una de sus primeras tareas fue desarrollar nuevas formas de detener la propagación de enfermedades infecciosas. Él pasó meses en refugios subterráneos anti-bombas estudiando como los virus son transmitidos -- y acostándose con las enfermeras en las estaciones de primeros auxilios mientras las bombas nazis caían sobre sus cabezas. "Era un tiempo difícil y desesperado," señala. "¡Pero fue excitante! Es terriblemente irónico, pero la guerra hace que uno se sienta vivo."

Como resultado de su investigación en los refugios anti bombas, Lovelock acabó inventando el primer desinfectante en aerosol. Unos años más tarde, como pionero en el campo de la criogenia, fue el primero en entender como las estructuras celulares responden al frío extremo, desarrollando los medios para congelar y descongelar esperma de animales -- un método aún usado en la actualidad. "Gracias a Lovelock," dice la bióloga Lynn Margulis, "ellos no tienen que enviar el toro completo a Australia."
Pero la invención más importante de Lovelock fue el Detector de Captura de Electrón, o ECD. En 1957, trabajando en la mesa de su cocina, Lovelock armó un aparato para medir minúsculas concentraciones de pesticidas y otros gases en el aire. El instrumento cabía en la palma de la mano y era tan exquisitamente sensible que si vertías una botella de algún químico raro en una cobija en Japón y dejabas que se evaporara, el ECD podría detectarlo una semana más tarde en Inglaterra. El aparato fue rediseñado eventualmente por Hewlett-Packard: Si Lovelock hubiera retenido la patente, el sería un hombre rico. "A Jim nunca le ha importado mucho el dinero," dice Armand Neukermans, un empresario del Valle del Silicón y viejo amigo de Lovelock, "excepto para comprarse a sí mismo la libertad como un científico independiente."

Resultó que la invención de Lovelock coincidió aproximadamente con la publicación de Silent Spring, de Rachel Carson, en 1962, la cual alertó al mundo sobre los peligros de los pesticidas como el DDT. Para cuando su libro apareció, los científicos ya estaban usando el ECD para medir los residuos de pesticidas en la grasa de los pingüinos del Antártico y en la leche de las madres lactantes de Finlandia, dando evidencia dura a las declaraciones de Carson de que los químicos estaban impactando al medio ambiente en escala global. "Si no hubiera sido por mi ECD," dice Lovelock, "Creo que los críticos en la industria hubieran desestimado toda la cosa como química mojada -- 'Oh, ustedes no pueden medir esta cosa con certeza, no pueden extrapolar.' Y hubieran tenido razón."

Una década más tarde, Lovelock hizo un descubrimiento más importante todavía. A finales de 1960, mientras estaba en una casa de vacaciones aislada en Irlanda, el tomó una muestra al azar de la neblina que fluía en el área y encontró que tenía clorofluorocarbonos. Los CFC son compuestos químicos hechos por el hombre usados como refrigerantes y propulsores en las latas de aerosol -- una clara señal de contaminación humana. Si los CFC están en una remota parte de Irlanda, se preguntó Lovelock, ¿Dónde más podrán estar? De aventón en una embarcación de investigación en un viaje de seis meses a la Antártica, el usó un ECD para detectar la acumulación de CFC en la atmósfera. Pero Lovelock no logró captar el peligro que ellos representaban, otros dos científicos ganaron el premio Nobel por hipotetizar correctamente que los CFC harían un hoyo en la estratósfera, permitiendo que peligrosos niveles de luz ultravioleta alcanzaran la Tierra. Como resultado, los CFC fueron prohibidos. "Si Lovelock no hubiera detectado esos CFC," dice el biólogo de la Universidad de Stanford, Paul Ehrlich, "todos estaríamos viviendo bajo el océano usando esnórquels y aletas para escapar al venenoso sol."

Si tú escribes "Gaia" y "religión" en Google, obtendrás 2,360,000 resultados -- Wiccans, viajeros espirituales, terapeutas de masaje, y sanadores sexuales, todos inspirados por la visión de Lovelock del planeta. Pregúntale sobre cultos paganos, y Lovelock hace una mueca -- él no tiene interés en la espiritualidad de cabeza suave o la religión organizada, especialmente cuando él pone la existencia humana sobre todo lo demás. En Oxford, una vez se puso de pie y reclamó a la Madre Teresa por incitar a la audiencia a cuidar a los pobres y "dejar que Dios se ocupara de la Tierra." Como Lovelock le explicó a ella, "si nosotros como personas no respetamos y nos ocupamos de la Tierra, podemos estar seguros de que la Tierra, en el rol de Gaia, se encargará de nosotros y, de ser necesario, nos eliminará."

Lovelock inventó la teoría de Gaia durante una época difícil de su vida. En 1961, el tenía cuarenta y un años y estaba trabajando en el centro de investigación de Londres. Era un buen trabajo, sueldo decente, bastante libertad, pero estaba aburrido. Tenía cuatro niños en casa, incluyendo a John, quien nació con un defecto que le dejó con daño cerebral. Adicionalmente, la madre de Lovelock -- malhumorada, demandante, anciana -- estaba volviéndolo loco. Él fumaba y bebía. Ahora, lo llamaríamos una crisis de edad media.

Un día, una carta de la NASA llegó al buzón de Lovelock, invitándolo a unirse a un grupo de científicos que estaban por explorar la luna. Él nunca había escuchado de la agencia espacial -- pero en unos meses dejó su trabajo, empacó, y con su familia se mudó a América para unirse a la carrera espacial. En poco tiempo, sin embargo, concluyó que, hablando científicamente, la luna no era un lugar muy interesante. La emoción verdadera estaba en Marte. "Con la Luna, la pregunta era, ¿es seguro que los astronautas caminen en su superficie?" Recuerda Lovelock. "Con Marte, la pregunta era, ¿hay vida ahí?"

Los colegas de Lovelock en el Laboratorio de Propulsión Jet en Pasadena, California, luchaban para diseñar instrumentos para medir la vida en la superficie de Marte. Lovelock, como era usual, tomó un acercamiento diferente. En lugar de usar una sonda para escarbar la tierra y buscar bacterias, pensó, ¿por qué no analizar la composición química de la atmósfera marciana? Si la vida está presente, él razonó, los organismos estarían obligados a usar los materiales brutos en la atmósfera (como el oxígeno) y desechar productos (como el metano), justo como lo hace la vida en la Tierra. Aún si los materiales consumidos y desechados fueran diferentes, el desequilibrio químico sería relativamente simple de detectar. Y ciertamente, cuando Lovelock y sus colegas finalmente obtuvieron un análisis de Marte, descubrieron que la atmósfera estaba cerca de un equilibrio químico -- sugiriendo que no ha habido vida en el planeta.

Pero si la vida crea la atmósfera, razonó Lovelock, también debe, en algún sentido, de regularla. Él sabe, por ejemplo, que el sol es ahora un veinticinco por ciento más caliente de lo que era cuando la vida comenzó. ¿Qué estaba modulando la temperatura en la superficie de la Tierra para mantenerla hospitalaria? La vida misma, concluyó Lovelock. Cuando la Tierra se calienta, las plantas absorben los niveles de dióxido de carbono y otros gases de invernadero; al enfriarse, los niveles de esos gases se elevan, calentando el planeta. Por tanto, nació la idea de la Tierra como un super organismo.

La idea no era completamente nueva: Leonardo da Vinci creía prácticamente lo mismo en el siglo XVI. Pero Lovelock fue el primero en armar todo el pensamiento existente en una nueva visión del planeta. Él pronto renunció a la NASA y se mudó de nuevo a Inglaterra, donde su vecino William Golding, autor de "El Señor de las Moscas", sugirió que nombrara a su nueva teoría Gaia, para capturar la imaginación popular. Cuando los diarios científicos establecidos se rehusaron a tocar sus ideas, Lovelock publicó un libro llamado "Gaia: Un nuevo Vistazo a la Vida en la Tierra". "La hipótesis de Gaia”, escribió, "es para aquellos a quienes les gusta caminar o tan simplemente detenerse a mirar, a maravillarse por la Tierra y por la vida que soporta y a especular sobre las consecuencias de nuestra presencia aquí." Gaia, -añadió-, ofrece una alternativa a la "deprimente postura de nuestro planeta como una nave espacial demente, por siempre navegando sin piloto y sin propósito alrededor de un círculo interno del sol."

Los hippies la amaron. Los Darwinianos no. Richard Dawkins, autor de "El Gen Egoísta", descartó el libro de Lovelock como "literatura de ecología-pop." El biólogo inglés John Maynard Smith fue más lejos, llamando a Gaia "una malvada religión." En su opinión, el concepto de Lovelock chocaba en la cara de la lógica evolutiva: Si la Tierra es un organismo, y los organismos evolucionan debido a la selección natural, entonces eso implica que de alguna forma la Tierra le ganó a otros planetas. ¿Cómo es eso posible? También estaban preocupados por la sugerencia de Lovelock de que la vida crea la condición para la vida, lo cual parece sugerir un propósito predeterminado. En la mente de muchos de sus colegas, Lovelock estaba bailando muy cerca de Dios.

Pero eso no era lo que Lovelock tenía en mente. Grandes sistemas, en su opinión, no necesitan un propósito. Para probarlo, él y un colega diseñaron un simple y elegante modelo de computadora llamado Daisyworld, el cual usaba campos de margaritas rivales para mostrar como los organismos evolucionando bajo las reglas de la selección natural, son parte de un sistema auto-regulante. Al tiempo que el modelo del planeta se calienta, las margaritas blancas prosperan, reflejando más luz del sol, que, a su vez, baja la temperatura, lo que favorece a las margaritas negras. Trabajando en conjunto, las flores regulan la temperatura del planeta. Las margaritas no son altruistas o concientes -- simplemente existen, y al existir, alteran su medio ambiente.

Daisyworld acalló algunos de los críticos, pero el debate científico sobre Gaia continuó a través de los ochentas. Lovelock continuó refinando sus pensamientos a pesar de los problemas en su vida personal. Su primera esposa, Helen, estaba en medio de un lento y doloroso declive por la esclerosis múltiple. El mismo Lovelock tuvo varias cirugías mayores, incluyendo que le quitaran un riñón que se daño durante un accidente con un tractor. Él se sostenía a sí mismo como consultor de MI5, la agencia de contraespionaje inglesa, donde desarrollo el método para monitorear el movimiento de espías de la KGB en Londres utilizando el ECD para rastrear sus vehículos. Para Lovelock, trabajar en la agencia de espionaje era el equivalente a escribir novelas de baja calidad para conseguir un pago rápido. "Era trabajo agradable, y mantenía la comida en la mesa," nos cuenta ahora.

Entre los científicos, Lovelock se redimió a sí mismo con un segundo libro, "Las Edades de Gaia," el cual ofreció una exploración más rigurosa a los mecanismos de retroalimentación biológicos y geofísicos que mantienen la atmósfera apta para la vida. El plancton en los océanos, por ejemplo, ayuda a enfriar el planeta, al producir sulfuro de Dimetilo, un químico que causa la formación de nubes, lo que a su vez refleja el calor del sol de nuevo hacia el espacio. "En los setentas, muchos de nosotros pensamos que Gaia era una tontería," dice Wally Broecker, un paleoclimatologista en la Universidad de Columbia. "Pero Lovelock hizo que todos comenzaran a pensar más seriamente sobre la dinámica de la naturaleza del planeta." Por supuesto, científicos como Broecker rara vez usan la palabra "Gaia." Ellos prefieren el término "Ciencia del Sistema de la Tierra," el cual ve al mundo, de acuerdo con un tratado, como "un solo sistema auto-regulante compuesto, que consta de componentes físicos, químicos, biológicos y humanos." En otras palabras, Gaia en una bata de laboratorio.

Gaia ofrece una esperanzadora visión de como funciona el mundo. Después de todo, si la Tierra es más que tan sólo una roca navegando alrededor del sol, si es un organismo que puede evolucionar, eso significa -- para ponerlo en una forma que molestará a los estudiantes de biología y a los neo-Darwinistas en todos lados -- que hay cierta cantidad de misericordia construida en nuestro mundo.

Para Lovelock, esta es una idea reconfortante. Considera su pequeña extensión en Devon. Cuando el compró el lugar hace 30 años, estaba rodeado de campos podados por miles de años de ovejas pastando. Pero para Lovelock, la tierra abierta apesta a interferencia humana con Gaia. Así que el se propuso restaurar sus treinta y cinco acres a una condición más natural. Después de consultarlo con un guardabosques, el plantó 20,000 árboles -- robles, pinos. Desafortunadamente, el plantó a muchos de ellos demasiado juntos, y en hileras. Los árboles miden unos cuarenta pies ahora, pero en lugar de sentirse "naturales," partes de su tierra parecen un proyecto forestal mal gestionado. "La regué." dice Lovelock con una sonrisa mientras caminamos por el bosque. "Pero a la larga, Gaia se encargará de ello."
Hasta recientemente, Lovelock pensó que el calentamiento global sería igual que su bosque a medias -- algo que el planeta corregiría. Entonces, en 2004, su amigo Richard Betts, un investigador del Centro de Investigación Climática Hadley -- el principal instituto climático de Inglaterra -- lo invitó a darse una vuelta y a hablar con los científicos de ahí. Lovelock fue de reunión en reunión, escuchando los datos más recientes sobre el derretimiento de hielo en los polos, los bosques de lluvia en disminución, el ciclo del carbono en los océanos. "fue atemorizante," él recuerda. "Se nos enseñó cinco escenas separadas de ciclos de retroalimentación en regiones climáticas -- polar, glacial, bosque boreal, bosque tropical y océanos -- pero ninguno parecía estar trabajando en las consecuencias de todo el planeta en conjunto." Igualmente escalofriante, dice, era el tono en el que los científicos hablaron sobre los cambios que estábamos observando," como si estuvieran discutiendo algún planeta lejano o un modelo del universo, en lugar de el lugar en el que todos vivimos."

Mientras Lovelock estaba manejando a casa esa tarde, lo entendió. La resistencia del sistema había desaparecido. El perdón había sido usado. "El sistema completo," decidió, "está en modalidad de falla." Unas semanas después, el comenzó a trabajar en su más reciente y deprimente libro, "La Venganza de Gaia," que fue publicado en Estados Unidos en el 2006.

En opinión de Lovelock, las fallas en los modelos de computadora climáticos son dolorosamente aparentes. Toma por ejemplo la incertidumbre sobre los proyectados niveles del océano: El IPCC, el panel de la ONU sobre cambio climático, estima que el calentamiento global causará que la temperatura promedio de la Tierra aumente tanto como 11.5 grados para el 2100. Esto ocasionaría que los glaciares sobre tierra se derritan y que se expandan los mares, disparando un aumento máximo del nivel del mar de tan solo veinte tres pulgadas. Groenlandia, de acuerdo a los modelos del IPCC, tardaría 1,000 años en derretirse.

Pero la evidencia del mundo real sugiere que el IPCC es demasiado conservativo. Para empezar, los científicos saben gracias al registro geológico que hace 3 millones de años, cuando las temperaturas se elevaron 5 grados sobre los niveles actuales, los mares aumentaron de nivel no 23 pulgadas sino más de 8 pies. Más aún, mediciones recientes de satélites indican que el hielo del Ártico se está derritiendo tan rápido que la región podría quedar sin hielo para el 2030. "Los que hacen los modelos no tienen la más remota idea sobre las dinámicas del derretimiento de las capas de hielo," se mofa Lovelock.

No es solo el hielo el que afecta a los modelos climáticos. La física de las nubes es notoriamente difícil de lograr correctamente, y la retroalimentación de la biósfera, como la deforestación y la tundra que se derrite, rara vez son tomadas en cuenta. "Los modelos de computadora no son bolas de cristal," argumenta Ken Caldeira, un modelador climático en la Universidad de Stanford cuya carrera ha sido profundamente influenciada por las ideas de Lovelock. "Al observar el pasado, tú haces juicios bien informados sobre el futuro. Los modelos de computadora tan solo son una manera de codificar ese conocimiento acumulado en una apuesta automatizada."

Aquí, en su esencia sobre simplificada, está el escenario del día del juicio final de Lovelock: La creciente temperatura significa que se derrite más hielo en los polos, lo que significa más agua abierta y tierra. Eso, a su vez, incrementa la temperatura (el hielo refleja la luz del sol; la tierra y el agua la absorben), causando que se derrita más hielo. Los océanos se elevan. Más calor lleva a lluvias más intensas en algunos lugares, sequías en otros. El bosque de lluvia del Amazonas y los grandes bosques boreales del norte --el cinturón de pino y abetos que cubre Alaska, Canadá y Siberia-- experimentan un acelerado crecimiento, luego se marchitan. El permafrost de las latitudes del norte se derrite, liberando metano, un gas de invernadero que es veinte veces más potente que el CO2-- y así sigue y sigue.

En un mundo Gaiano funcional, estos círculos de retroalimentación positiva serían modulados por retroalimentación negativa, la más grande de las cuales es la capacidad de la Tierra de radiar calor hacia el espacio. Pero en cierto punto, el sistema regulador se rompe y el clima del planeta hace el brinco -- como lo ha hecho muchas veces en el pasado -- a un nuevo estado más caliente. No es el fin del mundo, pero ciertamente el fin del mundo como lo conocemos.

El escenario del día final de Lovelock es descartado por los principales investigadores climáticos, la mayoría de los cuales disputan la idea de que haya un solo punto de inflexión para todo el planeta. "Ecosistemas individuales pueden fallar o las capas de hielo colapsar," dice Caldeira, "pero el sistema mayor parece ser sorprendentemente resistente." Pero asumamos por el momento que Lovelock tiene razón y que estamos de hecho suspendidos sobre las cataratas del Niágara. ¿Tan solo saludamos mientras nos caemos por el borde? En opinión de Lovelock, recortes modestos en las emisiones de gases de invernadero no nos ayudarán -- es demasiado tarde para detener el calentamiento global por medio de cambiar nuestras camionetas por híbridos. ¿Qué hay de capturar la contaminación de dióxido de carbono de las plantas de carbón y bombearlo bajo el suelo? "No podemos enterrar lo suficiente para hacer ninguna diferencia." ¿Bio combustibles? "Una idea monumentalmente estúpida." ¿Renovables? "Buenos, pero no harán mella." Para Lovelock, la idea de desarrollo sustentable es equivocada. "Deberíamos estar pensando en una retirada sustentable."

Retirada, en su opinión, significa que es tiempo de comenzar a hablar sobre cambiar donde vivimos y como obtenemos nuestra comida; sobre hacer planes para la migración de millones de personas de regiones bajas como Bangladesh hacia Europa; sobre admitir que Nueva Orleans está perdido y mover a la gente a ciudades mejor posicionadas para el futuro. Y más que nada, él dice, es sobre todo el mundo "haciendo absolutamente su máximo para sostener la civilización, para que no se degenere en una Edad Oscura, con jefes militares a cargo de las cosas, lo cual es un peligro real. Podríamos perder todo de esa manera."

Incluso los amigos de Lovelock se encogen cuando el habla así. "Temo que está sobre girando nuestro presupuesto de desesperanza," dice Chris Rapley, director del Museo de Ciencias de Londres, quien ha trabajado duro para crear conciencia internacional sobre el calentamiento global. Otros están preocupados porque las opiniones de Lovelock distraigan del creciente ímpetu político de duras restricciones en la contaminación de gases de invernadero. Broecker, el paleo climatólogo de Columbia, llama a la idea de Lovelock de que recortar la contaminación es inútil un "disparate peligroso."

"Desearía poder decir que las turbinas de viento y los paneles solares nos salvarán," responde Lovelock. "Pero no puedo. No hay ningún tipo de solución posible. Hay casi siete mil millones de personas actualmente en el planeta, sin mencionar al ganado y las mascotas. Si sólo tomas el CO2 de todo lo que respira, es 25 por ciento del total -- cuatro veces más CO2 que el de todas las aerolíneas del mundo. Así que si quieres mejorar tu huella de carbono, tan solo aguanta la respiración. Es atemorizante. Hemos excedido todos los límites razonables de números. Y desde una perspectiva puramente biológica, cualquier especie que haga eso se estrella."

Esto no es para sugerir, sin embargo, que él cree que debemos festejar mientras el mundo se quema. Completamente lo contrario. "Necesitamos acciones valientes," insiste. "Tenemos una tremenda cantidad de cosas que hacer." En su opinión, tenemos dos opciones: Podemos regresar a un estilo de vida más primitivo y vivir en equilibrio con el planeta como cazadores-recolectores, o podemos secuestrarnos a nosotros mismos en una civilización muy sofisticada y de alta tecnología. "No hay duda de que ruta yo preferiría", dice una mañana en su cabaña, sonriendo ampliamente y tecleando en su computadora. "Es realmente una cuestión de como organizamos la sociedad -- donde obtenemos nuestra comida, y agua. Cómo generaremos energía."

Para el agua, la respuesta es bastante directa: plantas de desalinización, las que pueden convertir agua del mar en agua potable. El suministro de comida es más complicado: Calor y sequía devastarán muchas de las actuales regiones donde se cultiva alimento. También empujará a la gente hacia el norte, donde se juntarán en ciudades. En estas áreas, no habrá espacio para jardines traseros. Como resultado, cree Lovelock, tendremos que sintetizar la comida -- crecerla en tinas de cultivos de tejidos de carne y vegetales. Suena muy lejano y profundamente no-antojable, pero desde un punto de vista tecnológico, no sería difícil hacer.

Un constante suministro de electricidad también sería vital. Cinco días después de su visita al centro Hadley, él escribió una ardiente columna titulada "El poder Nuclear es la única solución verde." Él argumentó que deberíamos "usar la pequeña aportación de los renovables sensiblemente" pero que "no tenemos tiempo para experimentar con fuentes de energía visionaria, la civilización está en peligro inminente y tiene que usar energía nuclear ahora -- la única fuente segura y disponible de energía -- o sufrir pronto el dolor que será infligido por nuestro indignado planeta."

Los ambientalistas gritaron en protesta, pero para cualquiera que conozca el pasado de Lovelock, su adhesión a la energía nuclear no es sorprendente. A la edad de 14, leyendo sobre cómo el sol está alimentado por una reacción nuclear, él llegó a creer que la energía nuclear es una de las fuentes fundamentales del universo. ¿Por qué no aprovecharla? Y con respecto a los peligros -- desechos radioactivos, vulnerabilidad al terrorismo, la posibilidad de una fusión como en Chernobyl -- Lovelock dice que es el menor de dos males: "Aún si tienen razón sobre los peligros, y no la tienen, es nada comparado con el cambio climático."

Como último recurso, para mantener el planeta marginalmente habitable, él cree que los humanos se verán forzados a manipular el clima de la Tierra por medio de erigir bloqueadores de sol en el espacio o construir aparatos que remuevan enormes cantidades de CO2 de la atmósfera. Aunque el ve la geo-ingeniería de gran escala como un acto de profunda arrogancia -- "Esperaría más pronto que una cabra tenga éxito como jardinera que esperar que los humanos se conviertan en custodios de la Tierra" -- él piensa que puede ser necesaria como una medida de emergencia, así como una diálisis de riñón es necesaria para una persona cuya salud está fallando. De hecho, fue Lovelock quien inspiró a su amigo Richard Branson a ofrecer el premio de 25 millones de dólares en el reto Tierra, que será otorgado a la primera persona que pueda descifrar una forma comercialmente viable de remover los gases de invernadero de la atmósfera. Como juez en el concurso, Lovelock no es elegible para ganar, pero está intrigado por el reto. Su más reciente idea: suspender cientos de miles de tubos verticales de 600 pies en los océanos tropicales, poner una válvula en el fondo de cada tubo y permitir que el agua rica en nutrientes de las profundidades sea bombeada hacia la superficie por la acción de las olas. Los nutrientes del agua profunda incrementarían el crecimiento de algas, lo que absorbería el dióxido de carbono y ayudaría a enfriar el planeta.

"Es una forma de apalancar el sistema de energía natural de la Tierra contra sí mismo," especula Lovelock. "Creo que Gaia estaría de acuerdo."

Oslo es el tipo de pueblo de Lovelock. Está en las latitudes nórdicas, que se volverán más templadas al calentarse el clima; tiene suficiente agua; gracias a sus reservas de petróleo y gas, es rico; y hay ya mucho pensamiento creativo sobre la energía, incluyendo, muy al gusto de Lovelock, renovada discusión sobre el poder nuclear. "La principal cuestión que enfrentarán aquí," me dice mientras caminamos al lado de Karl Johans Gate, el principal boulevard de la ciudad, "es cómo manejar las multitudes de personas que llegarán a la ciudad en las siguientes décadas, la mitad de la población del sur de Europa tratará de mudarse aquí."

Caminamos hacia el agua, donde pasamos el castillo Akershus, una imponente fortaleza del siglo trece que sirvió como cuartel Nazi durante su ocupación de la ciudad en la Segunda Guerra Mundial. Para Lovelock, los paralelos entre lo que el mundo enfrentó entonces y lo que enfrenta ahora son claros. "En algunos sentidos, es 1939 de nuevo," -dice. "La amenaza es obvia, pero hemos fracasado en comprender lo que está en juego. Aún estamos hablando sobre apaciguamiento."

Entonces, como ahora, la falta de liderazgo político es lo que más impacta a Lovelock. Aunque el respeta los esfuerzos de Al Gore de crear conciencia, él cree que ningún político ha llegado cerca de prepararnos para lo que se avecina. "Estaremos viviendo en un mundo desesperado en poco tiempo," expresa. Él cree que es el tiempo correcto para una versión del famoso discurso de "No tengo nada que ofrecer más que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor" de Winston Churchill, que dio para preparar a la Gran Bretaña para la Segunda Guerra Mundial. "La gente está lista para esto," agrega mientras pasamos bajo la sombra del castillo. "Ellos entienden lo que está sucediendo mucho mejor que la mayoría de los políticos."
Sin importar como resulte el futuro, es poco probable que Lovelock esté aquí para verlo. "Mi meta es vivir una vida rectangular: larga, fuerte y estable, luego una rápida caída al final," comenta. Él no muestra señales de llegar a su propio punto de inflexión. Aunque ha tenido cuarenta operaciones, incluyendo un bypass, sigue corriendo alrededor de la campiña inglesa en su Honda blanco como si fuera un piloto de F1. El y Sandy recientemente tomaron un viaje de un mes por Australia, donde visitaron la Gran Barrera de Coral. Está por comenzar otro libro sobre Gaia. Richard Branson lo ha invitado al primer viaje del transbordador espacial de Virgin Galactic a finales del próximo año -- "Quiero darle un vistazo de Gaia desde el espacio," dice Branson. Lovelock está ansioso de ir, y planea tomar una prueba en el centrífugo este año para ver si su cuerpo puede soportar las fuerzas G del viaje espacial. El esquiva el hablar de su legado, aunque bromea con sus hijos de que quiere que su tumba diga, EL NUNCA QUISO SER PROSCRITO.

Sin importar su epitafio, el legado de Lovelock como uno de los científicos más provocativos de nuestro tiempo está asegurado. Y con toda su pesimismo, su noción del planeta como un solo sistema dinámico sigue siendo una idea esperanzadora. Sugiere que hay reglas por las que opera el sistema y mecanismos que lo manejan. Estas reglas y mecanismos pueden ser estudiados y, posiblemente, modificados. En muchas formas, la versión holística de Lovelock es un antídoto al caos de la ciencia del siglo veinte, la que fragmentó el mundo en quarks, mecánica cuántica y un misterio intocable.

Y con respecto a la perdición que nos espera, Lovelock puede estar equivocado. No porque haya leído mal a la ciencia (aunque eso es posible) sino porque ha leído mal a los seres humanos. Pocos científicos serios dudan que estemos al borde de una catástrofe climática. Pese a toda la sensibilidad de Lovelock a las sutiles dinámicas y circuitos de retroalimentación del sistema climático, él es sordo a las sutiles dinámicas y circuitos de retroalimentación en el sistema humano. El cree que, a pesar de nuestros iPhones y cohetes espaciales, somos aún animales tribales, en gran parte incapaces de actuar por el bien mayor o hacer decisiones de largo plazo por nuestro propio bien. "Nuestro progreso moral," dice él, "no se ha mantenido al mismo ritmo que nuestro progreso tecnológico."

Pero tal vez de eso es exactamente de lo que se trata el Apocalipsis venidero. Una de las preguntas que fascina a Lovelock: La vida ha estado evolucionando en la Tierra por más de tres mil millones de años -- ¿y con qué propósito? "Nos guste o no, somos el cerebro y sistema nervioso de Gaia," dice. "Hemos ahora asumido la responsabilidad por el bienestar del planeta. ¿Cómo lo haremos?

Mientras hacemos nuestro camino a través de los turistas que caminan hacia el castillo, es fácil observarlos y sentir tristeza. Es más difícil verlos y sentir esperanza. Pero cuando le digo esto a Lovelock, el argumenta que la raza humana a pasado muchos cuellos de botella antes -- y tal vez seamos mejores por ello. Luego me dice la historia de un accidente aéreo de años antes en el Aeropuerto de Manchester. "Un tanque de combustible se incendió durante el despegue," me cuenta. "Había suficiente tiempo para sacar a todos, pero muchos de los pasajeros no querían moverse. Tan solo se quedaron ahí en sus asientos como se les dijo, y la gente que escapó tuvo que saltar sobre ellos para salir. Era perfectamente obvio como salir, pero no se movieron. Ellos murieron por el humo o quemados. Y un montón de gente, me entristece decir, son así. Y eso es lo que sucederá esta vez, excepto que en una escala mucho mayor."

Lovelock me mira con sus firmes ojos azules. "Algunas personas se quedarán sentadas en sus asientos y no harán nada, congeladas por el pánico. Otras se moverán. Verán lo que está por suceder, y tomarán acción, y sobrevivirán. Son los que llevarán la civilización hacia adelante."
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Mensaje  BatoColapso Jue Mar 04, 2010 7:56 pm

Primero que nada, muchas gracias por el trabajo de traducir todo eso.

Estoy de acuerdo con mucho del pensamiento de Lovelock, pero creo que la regó con lo de las plantas nucleares, después de todo ya no esta lejos el pico del uranio y si pensamos que se reemplace el combustible fósil con uranio pues en realidad lo tenemos a la vuelta de la esquina. La única tecnología que pienso que nos puede ayudar de manera importante con el pico del petroleo y simultaneamente el cambio climático es la fusión nuclear, desafortunadamente no existe un reactor que genere mas energía que la que consume, van a hacer una prueba con posibilidades de funcionar en California, pero aún si la nueva técnica funciona, la implementación será demasiado tarde para hacer mucha mella. Veo el progreso tecnológico mas como una herramienta para comprar tiempo y eso pensando que lo manejemos con pensamiento a largo plazo, pero ciertamente necesitamos el cambio cultural.

Ciertamente somos como la cabra jardinera...

Lo peor de todo es que nos tocan latitudes que según Lovelock estan perdidas, quizá un retiro a las montañas. Hmmm agricultura en trópicos mezclada con sistemas de captación de agua y prevención de la erosión en laderas. Ojalá los títulos universitarios sirvan de algo para convencer a la gente de que les puedo ser útiles en su tierra cuando que haya que migrar mas arribita.

Como lo veo, aún si nos aguarda un escenario muy pesimista, no veo la utilidad en esperar escenarios mas allá de nuestra posibilidad de sobrevivirlos, hay que estar concientes que son una posibilidad, pero vamos, si creemos que va a estar tan jodida la cosa igual y mejor ya disfrutamos lo que nos queda no?. En cambio si elegimos creer un escenario sobrevivible, podemos trabajar con esperanza y felices, si nos equivocamos y de todos modos nos pasa a traer el colapso pues habremos tenido una buena vida y podremos morir en paz (creo).

Bueno, esto ya deribó en psicología, pero lo que quiero decir es que creo que puede estar equivocado y si bien aprecio la tecnología y el ingenio humano, creo que por si solos no pueden ayudar mucho (e incluso empeorar las cosas). También creo que si estamos mas allá del punto en que podemos sobrevivir, ya las acciones que podemos tomar tienen solo un valor en el sentido de los beneficios que nos da una vida fuera de la sociedad de consumo, en cambio si estamos en un escenario sobrevivible el valor de prepararse va mas allá de nosotros como individuos. Ya llegamos al punto en que debemos pasar de la discusión de como va a ser el declive humano a que vamos a hacer al respecto, diferentes escenarios requieren diferentes acciones, pero discutir y no hacer no tiene sentido a nivel de individuos, simplemente preparemonos para el peor escenario que consideremos sobrevivible para cada uno.


Por cierto, me parece buena idea lo de los tuvos que favorecen el crecimiento de algas.

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Mensaje  Dr. Doom Jue Mar 04, 2010 8:58 pm

¡Muy buen post, BatoColapso! Básicamente estoy de acuerdo contigo en todo.

Fíjate que justamente la posición de Lovelock sobre la energía nuclear como la gran respuesta a nuestros problemas, es la que más le critican muchos de los ambientalistas, peakoilers, entre otros. Algunos por lo que tú comentas sobre el próximo pico del uranio, otros porque dicen que en realidad no tenemos forma de deshacernos de los desechos nucleares más allá de enterrarlos en algún lugar alejado, y otros porque creen que los costos y tiempo necesarios para construir cada planta, ya no digamos los cientos de ellas que harían falta, serían difíciles sino es que imposibles de cumplir. Supongo que el tiempo dirá...

Veo el progreso tecnológico mas como una herramienta para comprar tiempo y eso pensando que lo manejemos con pensamiento a largo plazo, pero ciertamente necesitamos el cambio cultural.
Si, desafortunadamente a estas alturas del juego, más tecnología o más energías alternas (incluso si son 'limpias') tan solo nos permitirían seguir creciendo sin control y seguir destruyendo el planeta como lo hemos hecho hasta ahora. Como bien dices, sin un profundo cambio cultural, un cambio de consciencia, de ideas sobre lo que significa vivir, y bueno, de todo lo demás, tal vez nos puedan dar algo de tiempo... pero ¿a qué costo?

Esto ya parece una carrera entre los diferentes escenarios que pueden acabar con la humanidad; ¿qué pasará primero? ¿cuál de ellos se encargará de diezmar a la humanidad? ¡Igual y se ponen de acuerdo y suceden todos al mismo tiempo para darnos una buena paliza! Smile

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