Mundo de petróleo
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Mundo de petróleo
Encontré esto en NatGeo se llama Mundo de Petróleo y me pareció interesante, no estoy de acuerdo con todo, pero esta bien, pone los diferentes puntos de vista.
La demanda mundial de petróleo crece vertiginosamente mientras la oferta se acerca a su límite.
En 2000, un geólogo petrolero saudí llamado Sadad I. Al Husseini realizó un descubrimiento asombroso. Husseini, entonces director de exploración y producción de Saudi Aramco, la empresa petrolera estatal, por mucho tiempo había sido escéptico ante los pronósticos optimistas de la industria respecto a la producción futura del petróleo. Desde mediados de los noventa, había estudiado los datos sobre los 250 principales yacimientos petrolíferos que producían casi todo el hidrocarburo del mundo. Estudió cuánto crudo quedaba en cada uno de ellos y cuán rápido se agotaba; luego agregó a esa lista todos los nuevos yacimientos que las compañías petroleras esperaban explotar en los siguientes decenios. Cuando cuadró las cifras, afirma que se percató de que muchos expertos en el campo del petróleo “estaban malinterpretando los datos sobre la producción y las reservas mundiales del hidrocarburo o que los confundían”.
Aunque los pronósticos dominantes mostraban que la producción petrolera aumentaba constantemente cada año en una gran curva ascendente que iba a la par de la demanda mundial, los cálculos de Husseini revelaban que la producción se estabilizaba, con un posible comienzo ya en 2004. Igual de preocupante era que ese estancamiento en la producción duraría 15 años cuando mucho, y después la producción convencional de petróleo empezaría a “disminuir de manera paulatina pero irreversible”.
No es precisamente el tipo de pronóstico que podríamos esperar de Saudi Aramco, que encabeza las reservas comprobadas de petróleo más cuantiosas del mundo —unos 260 000 millones de barriles o alrededor de una quinta parte del crudo conocido del planeta—, y que afirma que el petróleo seguirá abundando durante muchos decenios más. Husseini se jubiló de Aramco en 2004 y ahora ofrece sus servicios como consultor. Pero si tiene razón (y la tiene!), el futuro depara un cambio drástico para un mundo cuyos sistemas fundamentales operan con petróleo copioso y barato.
Husseini no es el primero que menciona al amenazador fantasma de que la producción mundial de petróleo ha alcanzado su nivel máximo. Por decenios, los geólogos petroleros han teorizado que cuando se haya extraído la mitad de la dotación de petróleo del planeta, sacar más petróleo del subsuelo será cada año más difícil y, en un momento dado, imposible. La producción mundial, que ha aumentado a un ritmo constante de menos de un millón de barriles diarios en 1900 a cerca de 85 millones de barriles en la actualidad, esencialmente se detendrá. Listos o no, enfrentaremos un futuro pospetróleo, un futuro que podría caracterizarse por la recesión o hasta por la guerra, ya que Estados Unidos y otros grandes importadores lucharán por conseguir el acceso a los recursos petroleros seguros.
Los pronósticos de que la producción de petróleo ha alcanzado su nivel máximo son muy polémicos, no porque alguien piense que el petróleo durará por siempre sino porque nadie sabe realmente cuánto queda y, por consiguiente, qué tan próximos estamos a llegar a la citada mitad de la extracción. Los llamados pesimistas del petróleo sostienen que ese punto máximo –oculto por las fluctuaciones diarias en la producción– es inminente o que ya se ha alcanzado, como lo cree Husseini.
Los optimistas, por el contrario, insisten en que el momento crítico tardará decenios en llegar, porque el planeta tiene mucho petróleo aún por ser explotado o incluso descubierto, así como enormes reservas de petróleo “poco convencional”, como los enormes depósitos de arena bituminosa en el oeste de Canadá. Los optimistas también advierten que en el pasado, cada vez que los fatalistas pronosticaban un “inminente” punto máximo en la producción, el descubrimiento de un yacimiento petrolero o de nueva tecnología para su extracción permitía que la producción se mantuviera al alza.
Muchos expertos aún sostienen que los elevados precios actuales son pasajeros, que se deben a cuellos de botella técnicos, al crecimiento vertiginoso de la demanda en Asia y a un dólar en picada. “A la gente se le agotará la demanda antes de que se quede sin petróleo”, declaró el economista en jefe de BP, durante una reunión celebrada a principios de este año. Sin embargo, otros optimistas están flaqueando. En general, los precios más altos incitan a las compañías a invertir más en nuevas tecnologías de exploración y a tratar de llegar a yacimientos petroleros de difícil acceso. El aumento repentino de precios posterior a la guerra Irán-Irak en los ochenta, por ejemplo, en un momento dado liberó tanto petróleo nuevo que los mercados se saturaron. Pero durante los últimos años, pese al aumento constante del precio, la producción convencional de petróleo en el planeta se ha sostenido en alrededor de 85 millones de barriles diarios, y da la casualidad que es exactamente donde los cálculos de Husseini indicaban que la producción se estabilizaría.
El cambio es tan sombrío que la misma industria petrolera ha perdido algo de su petulancia. El otoño pasado, después de que la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) publicó un pronóstico demostrando que la demanda mundial de petróleo aumentaría más de un tercio para 2030, a 116 millones de barriles diarios, los ejecutivos de varias compañías petroleras expresaron sus dudas en cuanto a que la producción pudiera crecer al mismo ritmo. En un congreso celebrado en Londres, Christophe de Margerie, director del gigante petrolero francés Total, declaró que el “escenario alentador” de la producción diaria máxima era de 100 millones de barriles, lo que significaba que la demanda mundial rebasaría la oferta antes de 2020. En enero, el director ejecutivo de Royal Dutch Shell, Jeroen van der Veer, calculó que “después de 2015 la oferta de gas y petróleo de fácil acceso se rezagaría con respecto a la demanda”.
En la opinión de ambos, los obstáculos principales para aumentar la producción son los factores políticos y económicos más que los geológicos. Se dice que Irak tiene gigantescas reservas subterráneas de petróleo pero, a causa de la deficiente seguridad, produce sólo una quinta parte de lo que obtiene Arabia Saudí. Y en países como Venezuela y Rusia, las compañías petroleras extranjeras enfrentan leyes restrictivas que entorpecen su capacidad para explotar nuevos pozos e instaurar otra infraestructura.
Sin embargo, hasta los optimistas del petróleo admiten que los límites físicos empiezan a acechar. Se debe tomar en cuenta el ritmo al que se hacen nuevos descubrimientos. El petróleo no puede extraerse sino hasta que se haya encontrado, y aun así el volumen hallado cada año ha disminuido a un ritmo constante desde principios de los sesenta, a pesar de los impresionantes adelantos tecnológicos, como la obtención de imágenes sísmicas mediante computadora que permite a las compañías “ver” petróleo profundo. Un motivo de esa disminución es aritmética básica: La mayoría de los yacimientos grandes se descubrieron hace decenios, y los que quedan suelen ser pequeños. No sólo son más difíciles de descubrir, sino que también deben hallarse en mayores cantidades para producir otro tanto de petróleo. El pasado noviembre, por ejemplo, los ejecutivos petroleros estaban contentísimos por el descubrimiento de un yacimiento llamado Tupi, cerca de la costa brasileña, considerado el más grande hallazgo en siete años. Y con todo y sus no menos de 8 000 millones de barriles, Tupi tiene alrededor de una quinceava parte del tamaño de Ghawar, el legendario yacimiento saudí que contenía 120 000 millones de barriles cuando se descubrió en 1948.
También es más caro operar los yacimientos más pequeños que los más grandes. Esa disparidad de costos es una de las razones por las que la industria prefiere atenerse a los yacimientos grandes, y por qué proporcionan más de una tercera parte de la producción diaria. Por desgracia, como la mayoría de los hallazgos más grandes se hizo hace decenios, gran parte del petróleo procede de yacimientos explotados que se acercan a su punto máximo o incluso están en decadencia. La producción se está desplomando en regiones antes prolíficas, como el Mar del Norte y la Pendiente Norte de Alaska.
En el mundo, la producción de los yacimientos disminuye hasta 8 % al año; eso significa que las compañías petroleras deben extraer hasta siete millones de barriles adicionales al día sólo para mantener estable la producción actual, a los que deben sumar muchos más millones de barriles para satisfacer el crecimiento de la demanda de cerca de 1.5 % anual. Muchas de las compañías petroleras más grandes, entre ellas Shell y Pemex, la empresa estatal mexicana, de hecho cada año encuentran menos petróleo del que venden.
Para 2010, según James Mulva, director ejecutivo de ConocoPhillips, cerca de 40 % de la producción diaria de petróleo deberá provenir de yacimientos aún no explotados o que no han sido descubiertos. Para 2030, casi todo nuestro petróleo provendrá de yacimientos que no se utilizan ahora. Para empezar, Mulva no está seguro de cuánto nuevo petróleo pueda extraerse. En un congreso celebrado en Nueva York el otoño pasado, predijo que la producción se estancaría en 100 millones de barriles al día, la misma cifra que el director de Total había proyectado. “Y la razón es ¿de dónde va a provenir todo eso?”, señaló.
Cualquiera que sea la cifra tope, una predicción parece segura: La era del petróleo barato ha quedado atrás.
Dado que Arabia Saudí y otros miembros de la OPEP controlan 75 % de las reservas petroleras del planeta, su producción alcanzará el nivel máximo muchísimo tiempo después que la de otras regiones petroleras, dándoles incluso más poder sobre los precios y la economía mundial. Un punto máximo o punto muerto en la producción petrolera también significará que, con el aumento de la población, la cantidad de gasolina, de queroseno y de diesel para cada persona sobre el planeta pueda ser mucho menor. Para el mundo en desarrollo podría ser catastrófico, ya que depende de los combustibles derivados del petróleo no sólo para el transporte sino para cocinar, iluminar y para los sistemas de riego.
Lo que a Husseini le preocupa es cuánto se ha tardado el mundo en admitir ese escenario. Los automóviles con buen rendimiento de combustible y opciones como los biocombustibles compensarán parte de los agotados abastecimientos petroleros, pero el mayor desafío tal vez sea persuadir a las sociedades que consumen mucho petróleo que frenen la demanda. Cualquier debate significativo sobre cambios en nuestro estilo de vida de alto consumo de energía, afirma Husseini, “aún no se considera”. Con el cálculo inexorable del agotamiento del petróleo, quizá no siga descartándose durante mucho tiempo.
La demanda mundial de petróleo crece vertiginosamente mientras la oferta se acerca a su límite.
En 2000, un geólogo petrolero saudí llamado Sadad I. Al Husseini realizó un descubrimiento asombroso. Husseini, entonces director de exploración y producción de Saudi Aramco, la empresa petrolera estatal, por mucho tiempo había sido escéptico ante los pronósticos optimistas de la industria respecto a la producción futura del petróleo. Desde mediados de los noventa, había estudiado los datos sobre los 250 principales yacimientos petrolíferos que producían casi todo el hidrocarburo del mundo. Estudió cuánto crudo quedaba en cada uno de ellos y cuán rápido se agotaba; luego agregó a esa lista todos los nuevos yacimientos que las compañías petroleras esperaban explotar en los siguientes decenios. Cuando cuadró las cifras, afirma que se percató de que muchos expertos en el campo del petróleo “estaban malinterpretando los datos sobre la producción y las reservas mundiales del hidrocarburo o que los confundían”.
Aunque los pronósticos dominantes mostraban que la producción petrolera aumentaba constantemente cada año en una gran curva ascendente que iba a la par de la demanda mundial, los cálculos de Husseini revelaban que la producción se estabilizaba, con un posible comienzo ya en 2004. Igual de preocupante era que ese estancamiento en la producción duraría 15 años cuando mucho, y después la producción convencional de petróleo empezaría a “disminuir de manera paulatina pero irreversible”.
No es precisamente el tipo de pronóstico que podríamos esperar de Saudi Aramco, que encabeza las reservas comprobadas de petróleo más cuantiosas del mundo —unos 260 000 millones de barriles o alrededor de una quinta parte del crudo conocido del planeta—, y que afirma que el petróleo seguirá abundando durante muchos decenios más. Husseini se jubiló de Aramco en 2004 y ahora ofrece sus servicios como consultor. Pero si tiene razón (y la tiene!), el futuro depara un cambio drástico para un mundo cuyos sistemas fundamentales operan con petróleo copioso y barato.
Husseini no es el primero que menciona al amenazador fantasma de que la producción mundial de petróleo ha alcanzado su nivel máximo. Por decenios, los geólogos petroleros han teorizado que cuando se haya extraído la mitad de la dotación de petróleo del planeta, sacar más petróleo del subsuelo será cada año más difícil y, en un momento dado, imposible. La producción mundial, que ha aumentado a un ritmo constante de menos de un millón de barriles diarios en 1900 a cerca de 85 millones de barriles en la actualidad, esencialmente se detendrá. Listos o no, enfrentaremos un futuro pospetróleo, un futuro que podría caracterizarse por la recesión o hasta por la guerra, ya que Estados Unidos y otros grandes importadores lucharán por conseguir el acceso a los recursos petroleros seguros.
Los pronósticos de que la producción de petróleo ha alcanzado su nivel máximo son muy polémicos, no porque alguien piense que el petróleo durará por siempre sino porque nadie sabe realmente cuánto queda y, por consiguiente, qué tan próximos estamos a llegar a la citada mitad de la extracción. Los llamados pesimistas del petróleo sostienen que ese punto máximo –oculto por las fluctuaciones diarias en la producción– es inminente o que ya se ha alcanzado, como lo cree Husseini.
Los optimistas, por el contrario, insisten en que el momento crítico tardará decenios en llegar, porque el planeta tiene mucho petróleo aún por ser explotado o incluso descubierto, así como enormes reservas de petróleo “poco convencional”, como los enormes depósitos de arena bituminosa en el oeste de Canadá. Los optimistas también advierten que en el pasado, cada vez que los fatalistas pronosticaban un “inminente” punto máximo en la producción, el descubrimiento de un yacimiento petrolero o de nueva tecnología para su extracción permitía que la producción se mantuviera al alza.
Muchos expertos aún sostienen que los elevados precios actuales son pasajeros, que se deben a cuellos de botella técnicos, al crecimiento vertiginoso de la demanda en Asia y a un dólar en picada. “A la gente se le agotará la demanda antes de que se quede sin petróleo”, declaró el economista en jefe de BP, durante una reunión celebrada a principios de este año. Sin embargo, otros optimistas están flaqueando. En general, los precios más altos incitan a las compañías a invertir más en nuevas tecnologías de exploración y a tratar de llegar a yacimientos petroleros de difícil acceso. El aumento repentino de precios posterior a la guerra Irán-Irak en los ochenta, por ejemplo, en un momento dado liberó tanto petróleo nuevo que los mercados se saturaron. Pero durante los últimos años, pese al aumento constante del precio, la producción convencional de petróleo en el planeta se ha sostenido en alrededor de 85 millones de barriles diarios, y da la casualidad que es exactamente donde los cálculos de Husseini indicaban que la producción se estabilizaría.
El cambio es tan sombrío que la misma industria petrolera ha perdido algo de su petulancia. El otoño pasado, después de que la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) publicó un pronóstico demostrando que la demanda mundial de petróleo aumentaría más de un tercio para 2030, a 116 millones de barriles diarios, los ejecutivos de varias compañías petroleras expresaron sus dudas en cuanto a que la producción pudiera crecer al mismo ritmo. En un congreso celebrado en Londres, Christophe de Margerie, director del gigante petrolero francés Total, declaró que el “escenario alentador” de la producción diaria máxima era de 100 millones de barriles, lo que significaba que la demanda mundial rebasaría la oferta antes de 2020. En enero, el director ejecutivo de Royal Dutch Shell, Jeroen van der Veer, calculó que “después de 2015 la oferta de gas y petróleo de fácil acceso se rezagaría con respecto a la demanda”.
En la opinión de ambos, los obstáculos principales para aumentar la producción son los factores políticos y económicos más que los geológicos. Se dice que Irak tiene gigantescas reservas subterráneas de petróleo pero, a causa de la deficiente seguridad, produce sólo una quinta parte de lo que obtiene Arabia Saudí. Y en países como Venezuela y Rusia, las compañías petroleras extranjeras enfrentan leyes restrictivas que entorpecen su capacidad para explotar nuevos pozos e instaurar otra infraestructura.
Sin embargo, hasta los optimistas del petróleo admiten que los límites físicos empiezan a acechar. Se debe tomar en cuenta el ritmo al que se hacen nuevos descubrimientos. El petróleo no puede extraerse sino hasta que se haya encontrado, y aun así el volumen hallado cada año ha disminuido a un ritmo constante desde principios de los sesenta, a pesar de los impresionantes adelantos tecnológicos, como la obtención de imágenes sísmicas mediante computadora que permite a las compañías “ver” petróleo profundo. Un motivo de esa disminución es aritmética básica: La mayoría de los yacimientos grandes se descubrieron hace decenios, y los que quedan suelen ser pequeños. No sólo son más difíciles de descubrir, sino que también deben hallarse en mayores cantidades para producir otro tanto de petróleo. El pasado noviembre, por ejemplo, los ejecutivos petroleros estaban contentísimos por el descubrimiento de un yacimiento llamado Tupi, cerca de la costa brasileña, considerado el más grande hallazgo en siete años. Y con todo y sus no menos de 8 000 millones de barriles, Tupi tiene alrededor de una quinceava parte del tamaño de Ghawar, el legendario yacimiento saudí que contenía 120 000 millones de barriles cuando se descubrió en 1948.
También es más caro operar los yacimientos más pequeños que los más grandes. Esa disparidad de costos es una de las razones por las que la industria prefiere atenerse a los yacimientos grandes, y por qué proporcionan más de una tercera parte de la producción diaria. Por desgracia, como la mayoría de los hallazgos más grandes se hizo hace decenios, gran parte del petróleo procede de yacimientos explotados que se acercan a su punto máximo o incluso están en decadencia. La producción se está desplomando en regiones antes prolíficas, como el Mar del Norte y la Pendiente Norte de Alaska.
En el mundo, la producción de los yacimientos disminuye hasta 8 % al año; eso significa que las compañías petroleras deben extraer hasta siete millones de barriles adicionales al día sólo para mantener estable la producción actual, a los que deben sumar muchos más millones de barriles para satisfacer el crecimiento de la demanda de cerca de 1.5 % anual. Muchas de las compañías petroleras más grandes, entre ellas Shell y Pemex, la empresa estatal mexicana, de hecho cada año encuentran menos petróleo del que venden.
Para 2010, según James Mulva, director ejecutivo de ConocoPhillips, cerca de 40 % de la producción diaria de petróleo deberá provenir de yacimientos aún no explotados o que no han sido descubiertos. Para 2030, casi todo nuestro petróleo provendrá de yacimientos que no se utilizan ahora. Para empezar, Mulva no está seguro de cuánto nuevo petróleo pueda extraerse. En un congreso celebrado en Nueva York el otoño pasado, predijo que la producción se estancaría en 100 millones de barriles al día, la misma cifra que el director de Total había proyectado. “Y la razón es ¿de dónde va a provenir todo eso?”, señaló.
Cualquiera que sea la cifra tope, una predicción parece segura: La era del petróleo barato ha quedado atrás.
Dado que Arabia Saudí y otros miembros de la OPEP controlan 75 % de las reservas petroleras del planeta, su producción alcanzará el nivel máximo muchísimo tiempo después que la de otras regiones petroleras, dándoles incluso más poder sobre los precios y la economía mundial. Un punto máximo o punto muerto en la producción petrolera también significará que, con el aumento de la población, la cantidad de gasolina, de queroseno y de diesel para cada persona sobre el planeta pueda ser mucho menor. Para el mundo en desarrollo podría ser catastrófico, ya que depende de los combustibles derivados del petróleo no sólo para el transporte sino para cocinar, iluminar y para los sistemas de riego.
Lo que a Husseini le preocupa es cuánto se ha tardado el mundo en admitir ese escenario. Los automóviles con buen rendimiento de combustible y opciones como los biocombustibles compensarán parte de los agotados abastecimientos petroleros, pero el mayor desafío tal vez sea persuadir a las sociedades que consumen mucho petróleo que frenen la demanda. Cualquier debate significativo sobre cambios en nuestro estilo de vida de alto consumo de energía, afirma Husseini, “aún no se considera”. Con el cálculo inexorable del agotamiento del petróleo, quizá no siga descartándose durante mucho tiempo.
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